Con los resultados de las últimas elecciones ya asimilados y el vértigo de la jornada electoral comenzando a disiparse, llega el momento de observar con detenimiento cómo quedará conformado el Concejo Deliberante de Ayacucho durante los próximos dos años, hasta la siguiente renovación prevista para 2027. Porque más allá de nombres propios y festejos partidarios, lo que está en juego ahora es el verdadero tablero de poder que definirá la gobernabilidad y el margen de maniobra política de cualquier proyecto que pretenda avanzar en el ámbito local.
La nueva composición legislativa tiene una lectura obligada: el mapa cambió. El peronismo, fortalecido tras su resonante victoria en las urnas, alcanzó un total de cinco bancas. El oficialismo, en cambio, recibió un golpe directo: perdió dos escaños y quedó con siete. Y La Libertad Avanza, que hizo su irrupción formal en la escena política ayacuchense, consiguió asegurarse dos lugares en el recinto. Sin embargo, los números no son estáticos: detrás de las cifras frías, se mueven las placas tectónicas de la política.
Porque si bien el oficialismo conserva siete bancas, una de ellas podría cambiar de color en cuestión de semanas. Se trata de Paola Colantuono, concejal que ingresó por el Acuerdo Cívico pero que pertenece al espacio del PRO. Según pudo averiguar este medio, Colantuono podría sumarse al bloque de La Libertad Avanza, en sintonía con los acuerdos que el PRO mantiene a nivel provincial y nacional con el espacio libertario. Si ese movimiento se confirma, el mapa sufriría un reacomodamiento clave: el bloque libertario pasaría a tener tres bancas y el oficialismo caería a seis.
Traducido al lenguaje de los equilibrios legislativos, la nueva configuración quedaría entonces del siguiente modo: cinco bancas para el peronismo, seis para el oficialismo y tres para La Libertad Avanza. Y ese simple corrimiento numérico cambia por completo el escenario político que enfrentará el Departamento Ejecutivo a la hora de enviar proyectos, buscar consensos y construir mayorías. El margen de error se achica, y cada sesión podría transformarse en una pulseada de alta tensión.
La disputa silenciosa por la presidencia
En este contexto, el primer capítulo de esa nueva etapa será la definición de la presidencia del cuerpo. Por tradición —no por reglamento, vale aclarar—, la lista ganadora de las elecciones es quien propone y termina colocando a la autoridad máxima del recinto. Bajo esa lógica, debería ser el peronismo quien proponga al nuevo presidente o presidenta del Concejo Deliberante. Pero el reglamento establece que para ser elegido se necesita el voto de la mayoría de los concejales. Y ahí aparece el verdadero dilema político.
Porque, aunque el peronismo tiene el respaldo de haber sido el ganador en las urnas, no tiene los votos suficientes para imponer por sí solo a su candidato o candidata. Deberá negociar, persuadir o, en el peor de los casos, resignarse a aceptar un nombre consensuado por el resto de las fuerzas. Y en ese juego, el oficialismo —que aún conserva seis bancas— mantiene un poder de fuego nada despreciable: podría, si lo deseara, inclinar la balanza y garantizar que alguno de los cinco concejales peronistas llegue a la presidencia, o bien bloquear esa posibilidad aliándose con La Libertad Avanza.
Este último escenario, que en principio parece improbable por las diferencias ideológicas y de gestión que los separan, no deja de ser mencionado en los pasillos del poder. Como suelen recordar los viejos conocedores de la política, “cuando se trata de conservar el control, las convicciones se vuelven elásticas”. Una eventual alianza entre el oficialismo y La Libertad Avanza para condicionar al peronismo sería vista por muchos como una contradicción profunda, pero no sería la primera vez que la lógica de la supervivencia prime sobre la coherencia doctrinaria.
Un Concejo que puede redefinir el poder local
Lo cierto es que la nueva correlación de fuerzas abre un período de alta volatilidad. El peronismo llega con el envión de haber ganado en las urnas, pero sin mayoría propia; el oficialismo conserva un número importante de bancas pero perdió la iniciativa política; y La Libertad Avanza aparece como fuerza bisagra, con capacidad para desequilibrar las votaciones en uno u otro sentido. Cada ordenanza, cada proyecto, cada designación, podría convertirse en un campo de batalla donde nada esté asegurado de antemano.
En definitiva, el Concejo Deliberante que emergerá tras esta elección no será uno de trámite ni de alineamientos automáticos. Será un espacio de negociación permanente, de tensiones cruzadas y de pactos frágiles. Y en ese terreno movedizo, la presidencia del cuerpo no será solo una silla: será el símbolo y la llave del poder político local durante los próximos dos años.
Sr. Lector guarde este fragmento: ¿Habrá unión entre el radicalismo y la libertad avanza de cara a un 2027?.Solo preguntas que se responderán con el tiempo