Ceyla Pazarbasioglu, la poderosa directora del Departamento de Estrategia, Política y Revisión (SPR) del FMI, anunció que antes de fin de año abandonará el organismo. La decisión impactó en el staff técnico del organismo donde temen que un nuevo fracaso económico de la Argentina los deje sin sus muy bien rentados cargos.
La salida de Pazarbasioglu no es un detalle menos: fue ella quien en abril firmó un capítulo entero sobre el caso argentino en el Staff Level Agreement que firmó Toto Caputo. Allí, con tono quirúrgico, dejó asentado que la deuda del país es “prácticamente impagable”, una admisión que hizo ruido en el mercado y que se filtró como primicia de LPO.
El SPR es el cerebro del FMI. Este departamento define la estrategia global de préstamos, revisa cada programa de asistencia y redacta los informes que luego se publican y que tienen peso de sentencia en los mercados. Bajo la conducción de Pazarbasioglu, SPR se volvió más duro en su análisis de sostenibilidad de deuda: pidió reformas más estrictas y puso el foco en los países con alto riesgo de impago, entre ellos la Argentina.
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La salida de Pazarbasioglu se suma a otra renuncia poco explicada: el pase a la vida académica de la ex vice del organismo, Gita Gopinath, que dejó uno de los puestos mas codiciados por los economistas para irse a dar clases a Harvard, bajo asedio trumpista.
Ahora, la renuncia de Ceyla llega en el preciso momento que el nuevo acuerdo del FMI con el gobierno de Milei ingresa en zona de turbulencias y ya se habla de un posible incumplimiento para el año que viene, porque se ve poco probable que el gobierno pueda afrontar la pared de vencimientos que superan los USD 20 mil millones. O sea, se avecina otro gran papelón del organismo con la Argentina, que cuando estalla sus programas se suele cargar a los principales funcionarios del FMI involucrados.
“Este naufragio es mas fradulento que el de 2018, Argentina tiene una exposición impagable del 1300 % de su cuota como país miembro”, afirmó a LPO un técnico al tanto de los detalles de las tortuosas negociaciones del organismo con la Argentina.
Las señales del posible fracaso del programa en curso son evidentes hasta para la conducción política del FMI. La economía profundiza la recesión, con la industria y el consumo en caída, junto a índices de inflación, riesgo país y problemas de corrupción y gestión política que asustan a los inversores.
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El comunicado del FMI para blanquear la salida de su funcionaria fue breve, protocolar. Reconoció el trabajo de Pazarbasioglu durante la pandemia, la implementación de los Derechos Especiales de Giro y la creación de las ventanas de financiamiento para crisis de alimentos y energía. Y nada más.
Sin embargo, un técnico del organismo blanqueó a LPO que su salida acaso haya sido un paso al costado acordado, para permitir al FMI avanzar con la línea que viene sosteniendo con Milei: mirar para el costado ante las evidentes inconsistencias del programa económico. “Ceyla fue muy dura en su diagnóstico, para nosotros su salida es una oportunidad de renegociar sin tanta presión técnica en los textos”. afirmó la fuente consultada.
En efecto, en el acuerdo de abril, la economista turca dejó una sentencia lapidaria para un organismo de crédito: “la deuda es practicamente impagable”.
La relación entre Argentina y el FMI tiene un prontuario fronodoso. Desde los años ochenta, cada programa fue presentado como la gran solución para estabilizar la macroeconomía, y cada vez terminó en crisis: devaluaciones abruptas, inflación que se dispara, protestas sociales, metas fiscales incumplidas y refinanciaciones eternas. La desconfianza es mutua. Por eso la noticia del retiro de Pazarbasioglu tiene más peso simbólico que burocrático.
El historial de fracasos es largo. Christine Lagarde salió de escena después del fallido stand-by de 2018; David Lipton dejó el directorio tras la renegociación fallida y Gita Gopinath hoy saluda desde Harvard. La sensación en el staff es que cada vez que firman un acuerdo con Buenos Aires, firman también su renuncia.